Cogió la agenda de ella y la abrió por la marca. La cinta amarilla que delimitaba las páginas se encontraba anclada en el lunes día 15. Había pasado una semana y ni tan siquiera recayó en la cuenta de tal detalle. Del de mover el hilo con relación al día. Una agenda, tan vacía, para una vida tan llena de cosas por hacer. Prefería pensar lo que tenía por delante, pues verlo reflejado llegaba a asfixiarla en algunos momentos.

Por todo esto mantenía el dietario cerrado, sólo consultado en casos de extrema urgencia y necesidad. Dícese de fechas de exámenes y entregas de trabajos.

Pero esa marca, antes al azar, iba a delimitar algo importante. Tanto como que era lo que él tenía que decirle a ella.

Y entre todas las palabras, como María entre las mujeres, nace reina y virgen una de ellas: DESEO. Virgen de obra y madre en la omisión que conlleva no sentirse tocada o levemente rozada por la misma.

Ni tan cierto el mensaje del poema, si tan olvidado el sentimiento del mismo. Sólo comprensible por alguien que empieza a conocer mi fondo y tan amargo como que eso llegue a ser posible. Lo dulcifica la amistad que nos une y en base a lo mismo leo sus líneas y le dedico las mías propias.

Hubiese querido responderle en poesía, amigo Miguel, pero nunca fue lo mío. Mil gracias, sólo espero que te guste mi prosa.

Nota: Esperando autorización del autor del poema para publicarlo, de momento lo disfrutaré en soledad. Onanismo intelectual, no está mal...

Imagen: Judith I (Gustav Klimt)