No me gustan las navidades. Supongo que como a tod@s, a medida que cumplimos años o que perdemos a la gente que nos rodea, nos gustan aún menos. Son época de recordar a los que están, y con los que no contactamos habitualmente, y a los que no están, o nos dejaron en el año saliente. Cualquier cosa que te ocurra en navidades si es buena, es mágica, y si es mala, lo es aún peor. Maniqueísmo de sentimientos en dónde no existe tamizador de los mismos, el cuál, nos pueda hacer revelar los verdaderos matices de los hechos que nos rodean.

Desde esta óptica, con la mirada aún perdida y el dolor imbuido en un 27 de diciembre, quiero dedicarle esta entrada a uno de mis mejores amigos. Desde hace dos años, Jose forma parte de mi cotidianidad. Su vida y la mía cada vez están más unidas, entroncadas diría yo, como una pareja con tantos años de convivencia en dónde la confianza es una principiante si se compara con la relación de amistad que nos une a ambos.

Se que no hace falta que le diga que "estoy aquí", pero quiero decírselo. Igual que una noche de verano le comentaba: "la verdad de las personas siempre sale". Esa frase, que él siempre recuerda, viene más a cuento que nunca. Y es que ahora, en este preciso momento tú verdad, Jose, ha salido. Y lo ha hecho para demostrarnos a tod@s lo grande que eres. Un "Guerrero de la Luz" que debe seguir luchando en la batalla de la vida, en la cuál espero estar a tu lado siempre en primera línea de combate.