Hoy he tenido que entrevistar a Ángel Teruel para la revista y ¡qué gusto!. Qué gusto da cuando se te dan facilidades para preguntar, qué gusto cuando contesta a todo con fluided, naturalidad, desparpajo y al mismo tiempo asentamiento, aplomo y madurez. Que gusto cuando no ha utilizado ni una vez el "la verdad es que...".

Da gusto, de verdad, que los toreros lo sean fuera y dentro de la plaza. Que lo sean cuando andan o hacen "aguas menores" como vulgarmente se dice (o mayores, que nunca se sabe) está bien. Pero que lo sean ante el resto del común de los mortales, espectadores al fin y al cabo, público al que se deben, da más gusto aún.

Porque el torero, lejos de ser una divinidad, es y debe ser (a mi entender) un ser mortal, tangible, sino, no tendría gracia que se jugara la vida.