Tan sólo 30 minutos para el reto, y Ella, tan lejos de Él. La tarde gris y lluviosa no ayudan. En estos momentos la incertidumbre y el temor La inundan, tanto, que apenas puede escribir lo que siente, sin amontonarse, en un papel. Reescribe sin parar, y borra a partes iguales las letras que fluyen desordenadas, encadenando frases sin conexión... Como una autómata. Intentando entretener la mente para no pensar en lo inminente. En la búsqueda desesperada por distraerse se topa su ordenador, el messenger, las noticias, los e-mails..., todo vale y nada encuentra. Nada que no le recuerde que lejos de Ella, Él estará de camino hacia un destino que ignora.

Una distancia de 8 horas en coche se La hace demasiado eterna como para poder soportarla. Hubiera preferido la relativa cercanía del día previo. Las miradas entre la gente. Las indiscretas preguntas, de indiscretas gentes. Ver Su luz irradiar y resplandecer por momentos. Sentir la intensidad de Su voz. Y contemplar tranquila Sus pasos, sabedora de que no dará uno en falso, porque ahora menos que nunca puede permitírselo. Rememora estos momentos, y sueña con que hoy, está allí, con Él. Curioso placebo en notar que Su presencia, de Ella, como si divina fuera, pudiera condicionar un éxito, o lo que es más, propiciárselo; a la par, que no permitir un fracaso, o algo peor... ¿Curioso? diría más demencial.



La hora ha llegado, a penas tres párrafos redactados, en el momento en el que el corazón comienza a bombear fuerte y se agarrotan las manos que piden dejar de escribir. Es inútil ir en contra de lo que marca el cuerpo dominado por un alma tembloroso. Es inútil. Tanto, como querer ir en contra de lo que un ludópata llamado Destino, ha pretendido jugar.